Apagón

En el arranque del torneo de Primera División, todo se confabuló para aletargar el debut de Huracán. El día y el horario, aunque solicitados desde el club por el inminente viaje a Caracas, no fueron los mejores para un espectáculo deportivo, pese a que el partido ni se acercó a esa definición. La escasa presencia de público, explicada posiblemente por la discutida decisión dirigencial de excluir a los que no paguen todos los meses una cuota, privó de color y calor al estadio. A propósito del Palacio, parecería que no tiene problemas de chapa y pintura, pero el estado del campo de juego valdría como alegato en contra de aquellos que dicen que ya no hay potreros en Capital Federal.

Por si fuera poco todo lo enumerado, una falla en el grupo electrógeno dejó el escenario a media luz durante largo rato. Para fortuna de los organizadores, la pausa lumínica coincidió en hora y duración con el descanso previo al segundo tiempo. Pero si de electricidad se habla, al que verdaderamente no se le encendió ni una lamparita fue al equipo de Eduardo Domínguez. Un Globo desconocido, despojado de la versatilidad que lo caracterizó desde la asunción del exdefensor como entrenador, no tuvo recursos para doblegar a un rival de intenciones magras. Atlético de Rafaela llegó a Parque Patricios con el deseo de llevarse un empate, pero se subió al micro con un triunfo de visitante que cotiza bien alto en este torneo cuasi-relámpago que parió el laboratorio de AFA.

Desentendido de la superioridad numérica por zona necesaria para romper el caparazón defensivo de la Crema, Huracán distribuyó sus piezas muy lejanas entre sí. Aunque se plagó de delanteros cuando el reloj ajustó la soga, los espacios que debían ser de conexión e interacción nunca fueron ocupados y la responsabilidad de una jugada individual, salvadora, recayó en Cristian Espinoza. Pero el punta, que entró para la segunda mitad, no tenía a sus principales proveedores: Toranzo y San Román. Además, el visible deterioro físico que lo afecta desde hace tiempo lo indujo al error una y otra vez. Sin más herramientas en la caja, el Globo no pudo reparar los cortocircuitos y el apagón futbolístico solo dejó a la vista las alarmas de emergencia, sensibles a toda derrota tras la experiencia del año pasado.


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