Enjaulados

Huracán jugó para el olvido, cayó 3-0 ante Mineros y quedó afuera de la Copa Libertadores. El equipo fue la sombra del que venció a Cruzeiro hace una semana y malogró el objetivo más grande de la temporada. El bajón anímico llegó a días de afrontar una final que pondrá en disputa un título y determinará la participación o no del Globo en la Sudamericana.

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Son unos leones. Néstor Apuzzo usó y abusó de esa frase desde que asumió como director técnico del club. Algunas veces, los jugadores le dieron la razón. Anoche, no lo hicieron. Frente a un equipo sin chances de clasificar a la siguiente ronda -y que reservó titulares para el campeonato local-, Huracán sufrió de amnesia, desechó todo lo hecho ante Cruzeiro y fue goleado. Sin engranaje colectivo ni sociedades, con errores infantiles, desprovisto de la concentración necesaria para tamaño compromiso, el Globo honró al tortugo Migua, mascota del conjunto venezolano: lento, avejentado y alicaído.

Sin embargo, el verdadero motivo de controversia y reproche no fue el fútbol de vuelo bajo que desplegaron los titulares, que tuvieron una semana entera de descanso para llegar a Puerto Ordaz con frescura. Hubo una grosera falla actitudinal que afectó a los futbolistas quemeros y que es imposible de entender. Fallar pases a pocos metros de distancia, no relevar las subidas de los laterales, desatender la marca en todos los sectores de la cancha, fueron algunos de los muchos problemas de un cuadro visitante que también careció de poder ofensivo. En pocas palabras, en un duelo definitorio con todas las de ganar, faltó la voluntad.

Corazón y alma perdieron el vuelo y nunca llegaron a Venezuela, el punto final del periplo de Huracán en la Libertadores. El sueño se truncó en su punto máximo y los viajes, de ahora en más, serán de cabotaje. El plantel del Globo tendrá una pronta revancha, el sábado. En un escenario que trae buenos recuerdos, enfrentará a un rival de verdadera jerarquía, que contribuye a la causa de la reivindicación. Mientras más difícil, mejor. Antes, por supuesto, deberá abrir el candado, salir de la jaula y volver a rugir.


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