Más que por una llegada al rostro, un boxeador suele cohibirse por un golpe al hígado. Es un impacto que le recuerda mantener la guardia en alto, que lo lleva a defender más que atacar, que le despeja las ideas y lo lleva a protegerse de una nueva conexión rival. No siempre voltea, pero sí despierta y alerta. Anoche, Newell’s asestó al hígado de Huracán. El anfitrión aprovechó los errores del medio y fondo del Globo para vulnerar a Marcos Díaz una vez por tiempo y llevarse un triunfo que se festejó en Rosario, Santa Fe y Mataderos.
A tres jornadas del final del larguísimo torneo de Primera División, los dirigidos por Eduardo Domínguez aún no confirmaron su permanencia en la categoría. Ciertamente, Huracán corre con ventaja sobre Colón y Chicago en el campeonato casero, pero el rendimiento del equipo cambia drásticamente de la versión copera que llegó a cuartos de final de la Sudamericana. Tantos empates permitieron estirar un invicto que se cortó tras diez partidos en el Coloso del Parque, pero no sustentaron un despegue definitivo.
En efecto, la alegría en el clásico ante San Lorenzo, única victoria en el torneo con el actual entrenador, llegó de la mano de un Globo que se pareció más al de la competencia internacional. Cuando los duelos no tuvieron rango de determinante, la intensidad disminuyó. Paradójicamente, esos ‘permitidos’ ante Aldosivi y Vélez fueron los que condujeron a una realidad que coquetea tanto con el descenso como con el pasaporte.
La semana de descanso por fecha FIFA es buena nueva para Huracán, que tendrá tiempo de sobra para preparar un sprint de cinco partidos (o más) con olor a barrio: tres serán en el Palacio Ducó. Antes, el DT deberá volver a encontrar la brújula que no cargó en su bolsillo ayer, cuando el Globo fue más leproso que el dueño de casa. El desorden defensivo, el achique mal ejecutado y las fallas en la definición signaron una derrota que no fue knockout, pero resonó fuerte en el abdomen del equipo.
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