Once, adentro de la cancha. Uno, parado al lado de la línea lateral. Varios, en el banco de suplentes. Otro puñado, en un palco. Demasiados, con un micrófono o una pluma. Miles, en las casas, delante de la televisión. Todos responsables. Si usted, lector, lectora, quiere jugar a levantar el dedo y apuntar al culpable, lo que tiene que hacer es pararse frente a un espejo porque, en mayor o menor medida, está involucrada en este tsunami de ineptitudes que arrastra y hunde al club. Por qué, se preguntará el que va siempre a la cancha, el que paga la cuota religiosamente o el que hace ambas cosas. Porque Huracán somos todos, para bien y para mal.
Es cierto, nada pudo hacer el tipo que estaba en Buenos Aires, con la TV Pública sintonizada, cuando vio que Arano cometió un error que no lo hace ni quien escribe en los partidos con amigos que juega los domingos debajo de la autopista. Pero a qué se debe tanta pasividad de la masa societaria cuando el presidente re-electo del club trae a un jugador de la segunda división de Chile representado por (el ya famoso) Marcelo Simonian, no juega ni un solo minuto y se va a los seis meses. Por qué la parsimonia al enterarse que el flamante preparador físico es familiar del representante del director técnico. Cuál es la razón por la que no hay pedidos de explicaciones por los ingresos millonarios que tuvo el club durante el año y que no se re-invirtieron (ni sirvieron para contrataciones decentes ni levantaron el concurso ni mejoraron las instalaciones ni asistieron a las disciplinas).
Este comentario debería ser el de un partido de fútbol, un partido que Huracán tuvo para golear y terminó con resultado adverso. Sin embargo, se hace difícil hablar de lo deportivo cuando las actividades del club dependen de la voluntad y el bolsillo de los padres de quienes las practican, cuando las subcomisiones no tienen presupuesto asignado y hacen lo que pueden con lo que tienen -como si se tratara del club Parque Patricios de la calle Alberti en vez de uno de Primera División con entrada de 18 millones de pesos solo por derechos de transmisión-, cuando los socios pueden ir cada vez menos a la cancha, cuando se idolatra a jugadores que dejaron, dejan y dejarán plantados al club, cuando los negocios turbios siguen con asistencia perfecta en la Quemita (de los cuatro promovidos al plantel profesional en el último receso, dos corresponden a Ezequiel Manera, representante de Apuzzo, y uno a Simonian).
En definitiva, ¿vale hablar del tiro libre que se desvió en la barrera y entró al arco si hay personajes que están manejando a diestra y siniestra el patrimonio del club? ¿Tiene sentido decir que el equipo tuvo fallos groseros a la hora de definir o es más importante dilucidar por qué Villarruel bajó a jugar con la reserva mientras Montenegro y Moreno y Fabianesi (más de 70 años entre los dos) entraron desde el banco? ¿Por qué nos tenemos que poner a discutir, por fútbol o por lo que lo rodea? Una última: si Huracán se va al descenso otra vez, ¿nos vamos a lamentar de los errores de los jugadores, de los dirigentes o de los nuestros?
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