Huracán perdió 3-1 ante San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro y se quedó con las manos vacías en el primer clásico del año. Patricio Toranzo abrió el marcador en Bajo Flores, pero Leandro Romagnoli, Matías Caruzzo y Mauro Matos torcieron la historia a favor del Ciclón. Pésimo arbitraje de Sául Laverni, que será relegado a la B Nacional.
Son esos hermanos separados al nacer que se apoderaron de un barrio cada uno y enarbolaron en ellos una historia de grandeza. Esos primos que trascendieron las fronteras de la Capital Federal, pero arraigan toda su esencia en Alcorta y Luna, en La Plata y Las Casas. Esos allegados que ocultaron con chicanas la nostalgia que les causó permanecer alejados durante algún tiempo. Uno se fue primero; otro, más de una vez. Pero siempre se extrañan. Y siempre se reencuentran. Ayer, lo hicieron tras cuatro años porque no podía ser de otra manera, porque debían condecorar los cien años de rivalidad pasional y porteña. Fue una pulseada entre grandes. Una riña dura que alternó protagonista durante largo rato hasta tomar un rumbo definitivo.
Huracán y San Lorenzo, frente a frente. Intenso el Ciclón en el arranque, inteligente como lo quería su técnico y enérgico como lo deseaba su gente. El local asfixió con marca en el mediocampo y pisó el acelerador por las bandas, la zona más endeble del Globo, que, sin la calidez de su público, se demoró en entrar en partido. Hasta que un momento de iluminación de los líricos del visitante bastó para enmudecer al Pedro Bidegain. Asistencia lujosa de Romero Gamarra, definición augusta de Toranzo y victoria parcial. Los de Parque Patricios flamearon alto su bandera y durante largos minutos amenazaron con liquidar el pleito, pero los dueños de casa, empujados por la bravura de su ídolo y capitán, Romagnoli, tuvieron una ráfaga matadora: dos goles antes del descanso.
En el complemento, el trajín copero se hizo sentir, las piernas se notaron cansadas de un lado y del otro. La cabeza y el corazón se adueñaron del papel principal y aunque perdió el vigor de la primera mitad, el duelo creció en emociones. Laverni no quiso quedar afuera de las repercusiones de tamaño evento así que engrosó su número de desaciertos. El magnum opus del árbitro derivó en el tercer gol de los dirigidos por Bauza y el cronómetro socarrón no cedió espacio a la duda. Aunque los de Apuzzo pusieron a prueba la resistencia de Torrico, la gran desventaja de la prisa es que lleva demasiado tiempo; Huracán no lo tuvo y perdió el partido que más duele perder. El clásico se vistió de azulgrana. No faltará oportunidad para emperifollarlo de blanco y rojo.
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