El reloj volverá a tomar protagonismo. Él será el encargado de anunciar el horario exacto en el que de comienzo la cita. Pero antes de que eso pase, los invitados a la misma lo mirarán una y otra vez ansiosos, impacientes, con la expectativa de que por fin, de una vez por todas, llegue ese momento tan esperado. El Palacio, ese que mantuvo sus puertas cerradas durante tres aburridos e interminables meses, por fin está listo para su ceremonia de regreso…
Pero este Palacio es muy distinto a todos los anteriormente conocidos. No cuenta ni con soberbios monarcas, ni con un lujoso reinado que tiene todo a su merced. Aquí los invitados, lejos de la otra realidad, son los verdaderos dueños de todo. Y eso que no lucen trajes elegantes, ni valiosas joyas. Tampoco asistirán de zapatos ni en carrocerías de alta gama. No se pasearán alardeando el aroma de sus perfumes importados ni mucho menos. En realidad, hasta algunos de ellos ni siquiera se bañarán para la ocasión…
No. Ellos piensan en otra cosa. El glamour pasa por otro lado. Quizá, existirá algún que otro tipo al que se le ocurra arribar a la popular de saco y corbata, pero eso será obra de la vorágine laboral que no les dejará tiempo ni siquiera para cambiarse la vestimenta. Porque claro, es viernes a la noche y por lo tanto, tendrán que escaparse más temprano de sus jefes, pese a que éste seguramente ya sepa del compromiso, pero a esta altura, medio como que se hará el dolobu.
Por suerte, una vez que todos lleguen al lugar del encuentro, el banquete ya estará listo. No, tampoco es similar a los que se ven en las películas de Hollywood o en las encantadoras historias de príncipes y princesas de Disney. Acá no hay ninguna mesa larga de roble, fina y meticulosamente decorada. De hecho, ni siquiera hay mesa. Acá se come de parado y con la mano. Sí señor, con la mano. Nada de tener cinco juegos de tenedores, ni servilleta de seda colgada al cuello. ¿El menú? Paty o chori. No, en este Palacio no existe el pavo, ni el caviar, ni los frutos rojos. Pero, ¿no me vas a decir que el humito que sale de la parrilla no te tienta a meterle un mordiscón de esos que te llenan la mano de salsa criolla?
Suena un poco grasa, dirá la burguesía. “¿Dónde están los amables mozos, las jerárquicas orquestas, los elegantes bailes?”, preguntarán preocupados. Pero claro, ellos no saben que los únicos instrumentos que marcarán el compás de la noche serán los bombos y redoblantes. Y hasta por ahí, de vez en cuando, se asomará con cierta timidez un divertido ritmo de trompeta entre medio de tanto barullo.
Las señoritas ya están avisadas. Ningún joven caballero las invitará a bailar, sino que hasta casi las obligarán de mala manera a que salten, con todas sus fuerzas, sin parar. Pero increíblemente, lejos de ofenderlas , ellas accederán a tan irrisorio pedido, y se unirán a las canciones de carácter violento y de lenguaje de alto voltaje.
Aquí señores, no habrá un solo rey a quien venerar sino 11 guerreros que saldrán al campo en busca de una victoria y de la aprobación de su gente, como en las épocas romanas. Y durante cada fin de semana, el ritual se repetirá una y otra vez, incesantemente. Pero aunque de afuera parezca un acto monótono y aburrido, la pasión por esa cosa redonda envuelta en cuero los motivará para que que nunca, jamás, puedan faltar a su cita obligada. El Palacio abre de nuevo…
Síntesis:
Huracán: Marcos Díaz; Nicolás Romat, Martín Nervo, Luca Sosa, Ezequiel Garré; Matías Fritzler, Mauro Bogado; Julio Angulo, Daniel Montenegro, Ignacio Pussetto / Romero Gamarra; Jerónimo Barrales.
Quilmes: Rigamonti; Bottino, Colotto, Sarulyte, Orihuela; Da Campo, González, Escobar, Acosta o Trejo; Andrada y García.
Arbitro: Héctor Paletta.
Horario: 21.15.
Transmite: TV Pública y El Ojo del Huracán (AM 1090).
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