Como toda buena historia, ésta también comienza con un «había una vez». Porque alguna vez, existió un juego que inició con la inocencia de lo divertido, de lo lúdico, de lo creado exclusivamente para jugar. Eso era el fútbol, ámbito donde lo único que importaba era la pelota.
Pero este juego fue tan genial y único que el furor por practicarlo fue creciendo en cada rincón del planeta… y ahí la cosa comenzó a ponerse cada vez más seria. Un día, aquellos que se destacaban en sus clubes comenzaron a recibir algunas monedas de cortesía, un pequeño incentivo como para que, de a poco, enfocaran más sus ocupaciones en torno a la pesada redonda de cuero. Pero esas chirolas se fueron multiplicando y, en escaso tiempo, ya todos los jugadores del equipo clamaban por su premio.
El profesionalismo no tardó en llegar. De a poco, las camisetas bordadas a mano, lisas y con su respectivos escudos, fueron sumando a sus diseños marcas y logotipos comerciales. El juego no sólo se iba tornando cada vez más competitivo, sino que con la llegada de los sponsors también se convirtió en show. De repente, todos querían vivir sus vidas en torno al fútbol, no sólo los jugadores: entrenadores, dirigentes, periodistas, fotógrafos, representantes, vendedores de merchandising, de Coca Cola, de café, de choripanes y bondiolas putrefactas que fascinaban a los espectadores hambrientos que se acercaban cada fin de semana a los estadios.
Pero el negocio empezó a corromper cada vez más corazones. La pasión sobrevivió y sobrevivirá por siempre, pero la moneda corriente se ha encargado de hasta dividir a las tribunas que comparten un mismo color entre mercenarios del billete y perseguidores de un amor incondicional.
Mientras las copas y las bengalas encandilaban nuestros ojos, no nos dimos cuenta de que el profesionalismo fue volviendo a nuestro fútbol, paradójicamente, más y más amateur. Los jugadores volvieron a jugar sin cobrar, pero esta vez no por sentimiento o por el honor de competir, sino por el enriquecimiento de unos pocos que decidieron que llevarse lo ajeno sería lo correcto, y dejaron al más preciado juego sin recursos, desnudo. En pelotas… No nos dimos cuenta pero de repente, llegamos a una instancia donde nuestro fútbol, nuestro hermoso y preciado fútbol, corre peligro.
Finalmente, sin resolver nada pero para la alegría de los que aún prefieren poner la atención solamente en lo que pasa en el campo, la pelota volverá a rodar y el Globo saldrá otra vez del túnel para buscar la gloria. El inicio del camino será en Mendoza, tierra que lo vio dos veces festejar por volver a su lugar.
Por lo menos, aunque sea por este fin de semana, vuelve el fútbol. Aprovechemos para disfrutar de todo aquello que, desde su esencia, nos hizo felices. Porque, pese a que parezca que no, había una vez…
Síntesis:
Huracán: Marcos Díaz; Nicolás Romat, Martín Nervo, Federico Mancinelli, Ezequiel Garré; Matías Fritzler, Mauro Bogado, Lucio Compagnucci; Daniel Montenegro, Alejandro Romero Gamarra; Ignacio Pussetto / Julio Angulo.
Godoy Cruz: Roberto Ramírez; Ezequiel Bonacorso, Diego Viera, Pablo Alvarado, Marcelo Benítez; Guillermo Fernández, Juan Andrada, Fabián Henríquez, Facundo Silva; Juan Garro y Maximiliano Sigales.
Arbitro: Federico Beligoy.
Horario: 21.15
Transmite: TV Pública y El Ojo del Huracán (AM 1090)
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