13 octubre 2024

En cualquier ámbito normal de la vida, el solo hecho de pensar que una persona le desea el mal a otra para su propio beneficio, nos lleva directamente a un terreno de egoísmo y mala leche. Pero como si eso no fuera lo suficientemente triste, imagínense ¿qué pensaría cada uno de ustedes si les dijeran que además, hay tipos que tienen el anhelo de que les vaya mal a sus amigos y familiares, y que además, hasta serían capaces de festejar al ver el fracaso de su propia pareja?

Como bien indica este texto en el comienzo, en un terreno normal, no habría demasiados adjetivos para definir a una persona de esas características. Hablando en criollo, éste sería un verdadero y completo hijo de puta. El punto es que existe un contexto que sobrepasa a toda lógica posible. Que rompe con los esquemas, con la cotidianidad y con los propios valores de la vida. Un hecho social y cultural que aleja a los seres humanos de su personalidad original y los convierte en un ser irracional y estúpidamente pasional: ese es el fútbol.

Dicho esto, empezando ya a develar por dónde viene el asunto, a esta perorata se le suma que dentro del fútbol hay un partido diferente a cualquier otro, en un territorio inhóspito del Planeta Tierra. Ni en los mejores lugares de Europa, ni en las potencias mundiales de Asia, ni en ningún otro rincón del mundo se vive una cosa igual. Los países de élite en desarrollo e infraestructura podrán hacer alarde de sus imponentes estadios y de las figuras multimillonarias que juegan en ellos. Sin embargo, nada se asemeja siquiera a lo que se ha denominado EL CLÁSICO DE BARRIO MÁS GRANDE DEL MUNDO.

La historia de amor/odio entre el Club Atlético Huracán y San Lorenzo de Almagro ya tiene más de un centenar de años de vida. Años que fueron evolucionando o involucionando, pero que no han podido derrocar a la pasión que todavía se vive dentro de esos 90 minutos que hacen acelerar corazones, reventar gargantas, desbordar lágrimas de alegría y de tristeza. En un principio, este duelo nació en un terreno mucho más romántico. Ambas parcialidades se reunían en la previa y se dirigían juntos hacia el estadio que sea: el de «ellos» o el «nuestro.

Lamentablemente, el paso del tiempo generó confusión en aquellos que no están adaptados lo suficiente como para diferenciar la pasión de la violencia: hoy, tanto el Nuevo Gasómetro como el Tomás A. Ducó, vibran desde un sólo lugar. Al azulgrana le falta el rojo y blanco, y viceversa. Ya no existe el ida y vuelta folclórico de tribuna a tribuna que lograba enorgullecernos a nivel mundial. Que nos ponía en el pedestal del color y la fiesta. Lo que antes era nuestro tesoro, se convirtió en lo que hoy nos avergüenza: tribunas visitantes vacías.

Pese a todo lo que ha ocurrido, EL CLÁSICO entre Huracán y San Lorenzo sigue vivo. Porque es un origen, la familia, los amigos. Los seres más amados que por 24 horas se convierten en los máximos rivales. 90 minutos en los que no hay leyes de vida, ni actos morales, ni ningún otro sentimiento que se despegue de la redonda y el césped: ahora sí, en este entorno, vale desearle la derrota a cualquiera. Vale tanto para los que estarán alentando desde los escalones de cemento, como para aquellos que tendrán que comerse los codos frente a los televisores a causa y consecuencia del fútbol moderno.

Se viene otra edición del CLÁSICO DE BARRIO MÁS GRANDE DEL MUNDO. En el sur de la Capital Federal ya se vive un ambiente diferente. El aire se entrecorta, el apetito se achica y las ansias aparecen por doquier. Las mentes se toman vacaciones y las reales preocupaciones de la vida pueden esperar. Nada más importa. La chicana por un barrio y las banderas aparecen de un lado, mientras el otro se mofa de estadísticas y descensos. El mundo se encierra dentro de una esfera de cuero y se enfoca en 22 tipos a los que toda la semana les inculcaron que no jueguen con sus piernas, sino con el alma y el corazón. Que gane el mejor. Que festejen unos, que se amarguen los otros. Que el folclore siga vivo hasta el próximo encuentro. Que todos entiendan que rivales sí, enemigos nunca. Que sea en paz. Que sea único. Como siempre, y como nunca.

Síntesis:

 Huracán: Marcos Díaz; Nicolás Romat, Martín Nervo, Federico Mancinelli, Carlos Araujo; Ignacio Pussetto, Mauro Bogado, Matías Fritzler, González; Alejandro Romero Gamarra y Jerónimo Barrales.

 San Lorenzo: Sebastián Torrico; Marcos Angeleri, Paulo Díaz, Fabricio Coloccini, Emanuel Mas; Franco Mussis; Ezequiel Cerutti, Martín Cauteruccio, Fernando Belluschi, Sebastián Blanco; Nicolás Blandi.

Árbitro: Darío Herrera

Horario: 16.00 hs

Transmiten: TV Pública y El Ojo del Huracán (AM 1090)


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