La primera caída de la era Domínguez tuvo un leve dejo de dulzura por la forma en la que Huracán se fue derrotado del Coloso del Parque, con atenuantes y varios rasgos a conservar. Recuperarse de esa experiencia primeriza era un test de riesgo para el equipo del ex-defensor, que además debió lidiar con el desgarro de Montenegro, pieza tan importante en el segundo semestre del año como irrelevante en el primero. Ante Sarmiento, el Globo aprobó el examen con margen por sus buenas calificaciones en tres aspectos: juego, disciplina y carácter.
Desde hace ya dos meses, se aprecia una idea base que el entrenador propuso y los jugadores adoptaron, más una planificación particular para cada rival y coyuntura. Ese trabajo en conjunto del cuerpo técnico y el plantel, inédito en un club más improvisado que ordenado, derivó en la versatilidad de este Huracán duro de roer. El conjunto de Junín lo evidenció en carne propia, su estrategia solo sirvió por 36 minutos, hasta ese contragolpe ejemplar, rápido y de buenas decisiones y ejecuciones. El Globo sacaba ventaja en el trámite por las diagonales entre sus puntas y el ataque al espacio que confundía a la línea de fondo del visitante, pero no fue hasta la definición de Toranzo que se acentuó el rol protagónico del local.
Con el resultado a favor, el anfitrión se lavó todo tipo de presión, afinó la puntería en las entregas de balón y le añadió una distinción clave a lo hecho hasta el momento: el último toque pasó de ser el más largo al más corto. La frecuencia de las llegadas de Huracán aumentó y una desconocida pero bienvenida ambición fue la piedra fundacional de la goleada. El orden de los de abajo y el hambre de los de arriba funcionaron con el rigor de un reloj de arena, en el que Vismara ocupó la parte más delgada. Todo pasó a través del volante central, que regaló elegancia con un caño para que no sean solo defensores y delanteros los elogiados por la prueba superada.
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