Huracán se medirá ante Independiente a partir de las 14 en el estadio Único de La Plata por la última plaza de ascenso a Primera División. Globo y Rojo revivirán un clásico que acostumbró a jugarse históricamente en la máxima categoría del fútbol argentino. En caso de empate, habrá alargue y penales. Dirigirá Diego Ceballos.
Foto: Daniel Méndez
En esta previa no va a haber análisis ni estadísticas. A esta altura, ya no hay números que valgan. Huracán va a jugar una final, el partido más importante de los últimos cinco años. Lo que se definirá no es un campeonato o una copa, es un ascenso, algo que no debería ser preocupación u objetivo de un club tan grande, pero lo es. La historia oscura de los últimos años llevó al Globo a este momento de necesidad, de urgencia, de soga al cuello. El choque que se disputará esta tarde en La Plata es una oportunidad de volver no solo a la categoría que mejor sienta, sino de torcer varias décadas de desilusiones en instancias definitivas.
Enfrente, estará un rival clásico, un enorme del fútbol argentino, con tanta o más historia que Huracán. Llamativamente, el mismo Independiente que supo conquistar América en siete ocasiones, tiene las mismas urgencias que el Globo. Y el mismo objetivo. No hay favoritos. Cómo vienen uno y otro será solo un recuerdo difuso cuando Ceballos haga sonar su silbato a media tarde en el estadio Único. En el campo de juego, once de un lado, once del otro. En las tribunas, miles de un lado, miles del otro.
La clave para jugar una final trasciende la pelota. Para irse victorioso más allá del resultado hay que jugar con el corazón. Con humildad, con honestidad, con las emociones a flor de piel. Nada garantiza un triunfo, nada asegura el ascenso. Pero sí hay algo que transmite tranquilidad: dejar todo. Hay que dar lo máximo y lo mejor de uno mismo. Y en este punto, la final trasciende a los jugadores también. Vibra positiva, confianza ciega. Creer. Hoy, con once a la cabeza, millones jugaremos el partido. Si entregamos todo, encontraremos la paz.
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