Cinco días duró el último capricho de una persona que hace tiempo debió dejar su cargo. Un hombre que supo traer alegría al Pueblo Quemero con aquella remontada durante el primer semestre, que permitió alcanzar un desempate por el ascenso y le significó el apoyo total de cara a una nueva temporada, pero que se transformó en un personaje soberbio y siniestro. Tras 48 partidos, Frank Kudelka renunció ayer a la dirección técnica de Huracán.
«Que vengan y me lo digan», declaró desafiante el ex entrenador del Globo. Fue el martes, en rueda de prensa, en referencia al deseo de los dirigentes de que no continúe en su rol. Un día antes, estuvo presente junto a su representante en la Sede Social del club. Trató de arreglar una salida decorosa, que se hubiese caratulado como «de común acuerdo», pero pretendía rescindir su contrato y cobrar la totalidad del mismo. Pagar $4.700.000 era algo que la dirigencia quemera descartó y el cordobés continuó al mando del primer equipo.
Como era de esperarse, los jugadores no le respondieron en la cancha. La relación entre ellos, los mayores responsables de este presente futbolístico, y el ex DT estaba quebrada. Demasiados cambios de esquema, nombres y convocatorias produjo hartazgo en un grupo de empleados que deberían acatar las órdenes, pero, sea por motu propio o por la pasividad de la CD, no lo hicieron. Hoy, están últimos y sin técnico. El plantel más caro de la categoría está a un paso de desaprovechar la posibilidad de ascenso más accesible de la historia de la Primera B Nacional.
Ayer, la gota rebalsó el vaso. Kudelka renunció y se fue sin declarar. Vaya uno a saber si se quedará en el piso en Puerto Madero que le concedió la dirigencia a pedido suyo o regresará a Córdoba. Allí, se fue mal de Instituto, como también tuvo conflictos al abandonar Unión. Las apariencias engañan, Frank Darío es un ejemplo claro. El hombre que enamoró con su discurso ganador, pero que trajo a jugadores de su representante que ni siquiera jugaron un partido como titular. La persona que generó las mejores y mayores expectativas, pero por otro lado acordó la incorporación de Ramón Ábila para saldar su deuda con la Gloria. El director técnico al que todos le pusieron fichas, pero no hizo más que dejar a Huracán undécimo de once, desmerecer en las malas el apoyo de la gente y atacar a los periodistas por incomodarlo con sus preguntas.
Las responsabilidades, por supuesto, son compartidas. Esta dirigencia es la misma que le dio la llave del club a Antonio Mohamed para que haga y deshaga a diestra y siniestra. Así les fue. Esta vez, volvió a arrodillarse, pero ante alguien sin vínculo histórico con la institución. Otro fracaso. No actuaron ante las camarillas de los jugadores, tampoco le hicieron frente a los pedidos sin sentido de los ex entrenadores. Quizás, su gestión cerrada y obstinada se deba a ese alto porcentaje que recibieron en las últimas elecciones. Culpables somos todos. La masa societaria no solo debería ser mucho mayor, sino más activa. Empaparse de información e involucrarse tiene que ser obligación para los miles que estamos del otro lado, fuera de la cancha y las oficinas, porque ningún salvador se va a poner la pilcha de héroe y sacarnos de esto. Porque nosotros somos los que sufrimos y padecemos esta situación. Porque nosotros somos los verdaderos dueños del club.
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