14 septiembre 2024

En junio de 1829, tras su regreso frustrado a la Argentina, el General José de San Martín llegó al puerto de Falmouth. Rumbo a Londres, su vehículo volcó y se lastimó el brazo, lo que lo retuvo tres meses en Inglaterra. Ya instalado en su casa de Bruselas, recibió la visita de Miguel de la Barra, diplomático chileno, a quien le ofreció acompañarlo a Waterloo, escenario de una de las batallas más famosas de Napoleón. San Martín sorprendió al invitado con su relato detallado, pero sobretodo por su porte y postura. La vida de parsimonia en Europa y los seis años de retiro no habían hecho mella en el General, que cabalgaba por tierras belgas con la misma prestancia que en su época de líder militar de miles.

En su inabarcable complejidad, el cuerpo humano tiene memoria. Por eso, hay cosas que sencillamente no se olvidan, como andar en bicicleta o hacer danza. O jugar al fútbol. Y aunque la paliza inexcusable que les brindaron sus colegas de Atlético Nacional así lo hiciera parecer, los jugadores de Huracán no están desentendidos del deporte. El accidente los tomó por sorpresa y atentó contra su físico y mente. Volver al ritmo competitivo será la gran prueba de fuego. Pero, aunque sufran algunas quemaduras en el camino, podrán superarla. Con tiempo, algo que apremia en el fútbol profesional, la versión de equipo sólido, molesto para cualquiera, ganador, va a reverdecer.

En el ínterin, el rendimiento y los resultados de un Globo enrevesado seguramente dejarán números e historias desde las más previsibles hasta las verdaderamente inverosímiles. El calendario no permitirá menos: viajes a Montevideo y Lima, con un nuevo clásico en el medio. La repercusión en el orden institucional del club y en el ánimo del hincha, desdeñado por los dirigentes y sus decisiones, será evidente y motivo de malestar. Sin embargo, más temprano que tarde, ese vuelco en Venezuela, como el del carro de San Martín, será historia pasada. Y Huracán, sin más que algunas cicatrices, volverá a marchar con el aplomo de los grandes.

Este análisis poco ortodoxo, más reflexivo que retrospectivo, está dedicado a la memoria de Juan José Speranza. Quienes formamos parte de Aguante Huracán mandamos un ‘quemerísimo’ abrazo y mucha fuerza a su familia, amigos y conocidos. El agradecimiento por la gentileza que Juanjo tuvo con este medio en más de una oportunidad no tiene fecha de vencimiento. Y siempre ponderaremos la amabilidad y cordialidad con la que nos trató.

 


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