Cuando llegó al punto de encuentro, no pudo evitar recordar las palabras de sus amigos. Ellos le juraban que todo eso de los mano-santas y de la curación divina era una fantochada. Sin embargo, él acudió a la cita. Aquel inoportuno madrugador trajeado con biblia en mano, lo había convencido en una mañana de domingo, de que lo suyo era cuestión de fe y de que todavía podía sanar.
Pese a que le pareció un poco abultada la suma de tres billetes violetas por ser una celebración religiosa, sacudió su bolsillo y entró al recinto plagado de fieles enardecidos por la esperanza y las buenas vibras aunque, a decir verdad, también eran bastante extraños. Un juego de luces se llevó la atención de todos, una explosión de humo surgió por delante del escenario, y en ese instante, apareció un predicador con tintes de rapero, que se plantó frente a la multitud luciendo un elegante traje blanco, de esos que no hablan español.
Las canciones cursis y las eternas palmas acompañantes no tardaron en llegar, pero él estaba dispuesto a bancarse lo que sea hasta que llegara su momento. Hasta que de pronto, el ritual principal dio su inicio: el salvador, el elegido, como sus fieles lo llamaban, comenzó a invitar a la tarima a todos los presentes que necesitaban de su sana curación. Curiosamente, éste mismo fulano era quien los elegía, dejando en espera a otros cientos que estiraban su brazo como nunca en señal de pedido.
Pero el esperanzado joven que había llegado hasta allí con la ilusión de poder ser curado, se mandó de prepo y se coló en la bizarra fila. Primero, el infaltable rengo de muletas se acercó al todopoderoso, rogándole que alivie su pesar. Entonces éste, colocando una mano en la frente, dijo unas plegarias mirando al cielo, hasta que el cojo dejó de lado sus muletas, e inmediatamente se puso a saltar de alegría.
El acto casi ensayado y con final anunciado, increíblemente hizo delirar a la multitud. La misma que estalló de gozo al presenciar el segundo «milagro», donde el ciego se quitó los lentes y empezó a mirarse las manos. Pero cuando todo salía de taquito, llegó el tercero de la fila. Aquel muchacho que no había sido elegido por el anfitrión. De todos modos, éste lo miró y le dijo:
-¿Qué es lo que te acongoja hijo mío?
El joven, algo desconfiado y pensando en que si los pibes del barrio lo vieran rendido ante este tipo sería el hazmereir del grupo, respondió con timidez:
-Padezco de una enfermedad que cada vez evoluciona más y más. Me agita la respiración, me quita el sueño, me produce ira…
-¿Cuál ese mal hijo? – Consultó el divino, ya con la sensación de que tenía a este nuevo tipo en el bolsillo.
-Pese a que al mismo tiempo me produce alegría, no puedo dejar de padecerlo. Un día a la semana, cada 90 minutos, me como las uñas de angustia y ansiedad, me rasgo el cuero cabelludo y me reviento la garganta – respondió casi desesperado- Lo que me pasa es que yo soy… Yo soy hincha de Huracán.
Un silencio interminable empapó a todo el salón de incertidumbre. El predicador se quedó perplejo. En un segundo, recordó sus épocas en las inferiores como wing izquierdo, épocas que se fueron marchitando debido a las desventuras de la vida, las mismas que lo habían llevado a ganarse la vida orando en medio de un show montado. Entonces reaccionó y dijo exaltado al micrófono :
-¡Ya no preocupes hijo mío, ven conmigo. Yo te daré la solución!
Lo apartó a un costado, apagó su micrófono, y casi entre susurros le dijo: «Papi, vos ya no tenés arreglo. Una vez que te metiste en esta, ya no salís más por el resto de tu vida. Ahora andate que me estás cagando el show y encima el partido empieza en media hora». El muchacho asistió con la cabeza, sacó una bandera de su mochila, la envolvió entre sus hombros y partió rumbo a Avenida Alcorta y Luna. Pero cuando se dispuso a salir del recinto, se escuchó la voz del predicador de fondo: «Monstruo, haceme un favor. Mandame un mensajito y decime cómo termina el primer tiempo, que yo tengo para una horita más».
Síntesis:
Tigre: Nelson Ibáñez; Martín Galmarini, Erik Godoy, Mariano Echeverría, Diego Sosa; Lucas Menossi, Gaspar Iñiguez; Sebastián Rincón/Kevin Itabel, Diego Morales, Lucas Janson; Carlos Luna.
Huracán: Marcos Díaz; Nicolás Romat, Martín Nervo, Luca Sosa, Ezequiel Garré; Mauro Bogado, Matías Fritzler; Julio Angulo, Daniel Montenegro, Ignacio Pussetto; Jerónimo Barrales.
Estadio: José Dellagiovanna.
Árbitro: Diego Abal.
Horario: 19.00
Transmite: Crónica TV y El Ojo del Huracán
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